domingo, 23 de septiembre de 2012

La Sagrada Familia

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Esta es una Sagrada Familia.  Una pareja inseminada por obra y gracia de un Espíritu Santo, que la  ha credo a ella Virgen de las plataformas e inspiradora de las Drag queens: un prodigio, una mártir.  Señora y madre de un individuo de 38 años; poseedor de unos pómulos sobrenaturales  y de una personalidad adolescente, femenina y enloquecedora: esposo, hija y puddle, todo a la vez.  En este matrimonio no necesitan criaturas, él es todas a la vez. Alaska y Mario Vaquerizo entran a la galería con quince minutos de retraso. Ella lleva un ajustadísimo vestido de colores flúor, medias de malla, zapatos Loboutin y bolso de Loewe. Él lleva unos ceñidos vaqueros rotos y camiseta negra; el pelo teñido, también negro, espeso y abundante peinado a ambos lados de una raya. Mario Vaquerizo da saltitos de alegría, muchos. “Las Nancys rubias han comprado ya tres fotoooooooooooos”. Mario Vaquerizo se abraza con la galerista, un tiarrón con peluca rubia,  tetas, cambio de sexo y taconazos, que le dice a Alaska, a modo de saludo: “te voy a robar ese vestido, te voy a robar ese vestido”. Los periodistas que estamos convocados para la rueda de entrevistas damos vueltas por la sala y miramos las instantáneas de la exposición. La muestra se titula Superstars. Hay cerca de 100 o 150 polaroids. Alaska y Mario comiendo hamburguesas; él de Burguer King, ella de McDonalds. Alaska y Mario en una cama. Bimba Bosé fotografiada de perfil. La hija mayor de Bimba Bosé de frente a la cámara.Fabio Mcnmara con Mario Vaquerizo. Fabio MCnamara de perfil. Fabio MCnamara de frente. El loro del peluquero que los peinó en el reality de MTV. El loro del peluquero de frente. El loro de espaldas. Mario Vaquerizo ya ha tomado asiento. Ni él ni ella han hecho una pausa después de la entrevista anterior. Son quince minutos por periodista. No más. La gente de La Fresh Gallery, en el número cinco de Conde de Aranda en el madrileño barrio de Salamanca, se lo toman muy en serio.


A Mario esta muestra le parece muy entrañable, un diario de sus vidas en estos últimos cuatro meses. Alaska piensa lo mismo, pero no puede decirlo a causa de una afonía que le quita la voz. Está sentada en un taburete, cual gran virgen de sujetador talla 40 que guía a Mario Vaquerizo con sus silencios de madre. Vaquerizo no para de hablar. Está eufórico o vive eufórico. Habla de cuánto le gusta tomar cerveza. De que él viviría para beber cerveza. No le ha importado, dice con voz muy orgullosa,  convertir su vida en una exhibición en estos meses con todo esto del programa de MTV. Eso de enseñar su vida en un reality no tiene nada de particular. Él muestra lo que quiere, dice con retintín de toma ya. Alaska le explica brevemente y en voz muy baja que la pregunta no va por ahí. Que lo que quiere decir la periodista es que, esta vez, para la exhibición ellos están detrás de una cámara y no frente a ella. “Ah, ya. Ya entendí”, dice recuperando la sonrisa. “No me había parado a pensar en eso. Qué buena pregunta”. Aspira con fuerza un cigarrillo. El humo incomoda a su esposa afónica-Virgen-santísima-mártir de la Movida madrileña y continúa: “Bueno, en realidad yo soy muy cotilla, me gusta cotillearlo todo. Por eso mi género favorito son las biografías”. “Ponme una cara sexyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy”, grita el tiarrón con peluca a Vaquerizo mientras le hace una foto con el móvil. Vaquerizo entorna con los ojos, hace morritos, lanza un beso a la cámara y continúa hablando, esta vez de los proyectos que él y su esposa tienen para los meses que vienen. Un nuevo disco de Fangoria que grabarán en otoño –Vaquerizo es el representante de su mujer-. Una gira en argentina. La biografía de Fabrio MCnamara que Vaquerizo está haciendo. “Soy el biógrafo oficial de Fabio Mcnamara; para mí primero está Fabio, después Andy Warhol y después Jesucristo”.
-¿Vosotros dos sois como dos humanistas a tiempo completo?
-¿Humanistas? ¿Qué quiere decir con humanista? No sé qué es eso- pregunta Vaquerizo.
-Un hombre del renacimiento –responde Alaska con hilo de voz.
-Yo es que no sé nada de estas cosas- responde, divertido, Vaquerizo- Imagínate que me enteré qué era el existencialismo por la portada de un disco de John Waters.
A ninguno de los dos le queda tiempo para hacer mucho. Quizás algo más a Vaquerizo, que ahora cuenta divertido cómo su esposa le sorprendió bebiendo cerveza a las diez de la mañana en el baño. A Alaska menos, dice con la poquísima voz que le queda. Apenas y le resta tiempo para matricularse en la carrera de historia que está por terminar. Santa Madonna del sentido común que brilla con luz propia en este bajo exterior convertido en galería. Termina la entrevista y comenzará la otra sin siquiera pausa. Cierro la libreta y avanzo por el pasillo. Me detengo a mirar la instantánea de Señor Burguer King y Señora McDonald's cuando escucho las carcajadas de Vaquerizo mientras afirma. “Andy Warhol es nuestro Dios”. Tengo la impresión de que, desde mi llegada, se han vendido dos fotos más. El tiarrón con peluca amarill, tetas y cambio de sexo limpia las fotos enmarcadas con un pequeño paño amarillo. Todo debe de estar impecable para esta noche. La Sagrada Familia –Madre, esposo y puddle-  tendrá que recibir la adoración en pleno.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Un episodio con fuego del Sr. Hudson




“Si las palabras mueren inéditas en nuestra conciencia   
vienen a ser como señales luminosas caídas dentro de un pozo”.
Enrique Bernardo Núñez. Cuaderno de notas, 1950.   

Lo que pasó con Cubagua fue un enigma. Nadie tiene una idea relativamente fija de aquella novela. En su Panorama de la literatura, Juan Liscano escribe cómo, al momento de su publicación en Venezuela, nadie la entendió.  Osvaldo Larrazábal, en su prólogo a la edición Novelas y ensayos de la Biblioteca Ayacucho recoge algunas menciones, no muchas. El libro pasó por el país como una sombra. Circularon sólo 70 ejemplares de una primera edición que desaparecería, sin explicación, aunque no a la manera apoteósica de La Galera de Tiberio.
Dedicada a la narración fantástica del surgimiento de la isla Cubagua, Enrique Bernardo Núñez trató de publicarla en 1930, “porque cada libro, al menos de esta clase, tiene  un año”, escribió el propio autor refiriéndose a una novela de la que debía esperar mucho más que de sus anteriores y juveniles Sol interior (1918) y Después de Ayacucho (1920).  Con un libro de “esta clase” aspiraría Bernardo Núñez a superar las composiciones criollistas de sus tempranos veinte. Con Cubagua, EBN ya tiene 30 años y la conciencia de que puede escribir como Faulkner y Dos Passos.
Sin embargo, algo ocurre.  Un episodio echa por tierra sus esfuerzos de publicación en 1930. El mismo EBN escribe sobre lo ocurrido: “(…) algunos inconvenientes mayores lo impidieron, siendo posible que el resto de la edición fuese incinerada por aquel tiempo en la aduana”.
Cubagua, la novela que, se supone, le daría galones literarios y le sacaría del arrebato positivista en prosa de alpargata de Enrique Aracil y Reinaldo Solar,  se quema en el puerto de la Guaira en 1930. La Galera de Tiberio, la novela en la que EBN se colgaría la medalla del escritor latinoamericano termina, ocho años más tarde, en 1938, hundida, por su propia mano, en el río Hudson. Algo en ambos episodios coquetean con el infortunio por voluntad propia.
Según los datos proporcionados por EBN, Cubagua ha debido de ser escrita en dos momentos: la primera, en La Habana, entre los meses de enero y abril de 1929, cuando es enviado como Primer Secretario de la Delegación Venezolana a Cuba durante el gobierno del general Juan Vicente Gómez, y  la segunda, en Panamá, desde marzo hasta julio de 1930.
Su fecha final de publicación fue 1931. No eran los mejores días del escritor, quien estaba a punto de volver como secretario interino del Gobierno del Estado Anzoátegui, en medio de una situación económica asfixiante que le obligó, en más de una ocasión, a escribirle a Juan Vicente Gómez para hacerle saber de sus apuros.
Ya para ese año, a la mermada edición de Cubagua se suma la publicación de tres libros que se convertirán en referencia de la literatura venezolana y cuya aparición dejarán en un segundo plano la novela de EBN. Se trató de La bella y la fiera, de Rufino Blanco Fombona; Odisea de tierra firme, la primera novela de Mariano Picón Salas y, finalmente, Lanzas coloradas, la primera y una de las más destacadas novelas de Arturo Úslar Pietri.  Para más inri, Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos,  se había publicado apenas dos años antes, en 1929.
Para muchos, la desaparición de la tirada es anecdótica. El lector venezolano no estaba preparado para una novela de tiempos quebrados, con abundantes rupturas, voces superpuestas, anacronismos  o reescrituras a la manera de Alejo Carpentier en Los pasos perdidos (1949). No se habría leído de todas formas, a diferencia de Doña Bárbara o Lanzas coloradas que obedecían a la estructura de la novela moral,  de orden cronológico y escritas a la manera de gran tapiz nacional, evocador, criollista.
Cubagua nace en los años de la novela de la tierra, justamente para superarla y, sin embargo, arde solitaria en una aduana, y circula a duras penas. Cuánta complicidad del propio Enrique Bernardo Núñez hay en el silenciamiento del que fueron objeto sus propios libros en la literatura venezolana. Su obcecación en reescribir los libros una vez publicados o de tirarlos al agua para volverlos a reescribir 40 años más tarde. Su rara manía de novelista que abandona para dedicarse al periodismo y la crónica, no son cosas que existan sólo alrededor del infortunio, tienen una naturaleza interior bastante más destructiva y disciplinada, de alguien que espera demasiado de sí mismo o de sus lectores. Alguien a quien no le bastará un episodio de fuego.